Verte fue empezar a amarte

Por Dolores Conti Mitre.

Amor a primera vista, esa frase que tanto emociona, tanto impacta. Su contenido ha inspirado a miles de artistas, músicos, filósofos y gente común. Hoy será el tema de nuestro trabajo, la pregunta es: ¿Existe? O ¿No existe?

El amor a primera vista, musa de las artes, letras, música, odas, Romeo y Julieta y otras a lo largo de la historia, ha cosechado detractores y fanáticos. Dos polos, dos ideas, dos sensaciones, dos imágenes, quienes dicen que existe, quienes lo han profesado, quienes lo han defendido. Quienes dicen que no existe, quienes lo han combatido, quienes lo han castigado y quienes lo han perseguido.

El amor, es la base de todos los sentimientos, la amalgama de quienes lo viven y de todas las relaciones entre los humanos, parejas, amigos, familias, etcétera. Un sentimiento que nace por sí mismo, una magia inexplicable, concreta, real y palpable. Nos da muestra de su existencia en infinitas oportunidades.

Algunos lo asimilan a las personas, otros a las circunstancias, a las conveniencias, a las herencias, a una y mil razones; pero siempre aparece o desaparece más allá de las voluntades de quienes lo sienten.

Por todo esto, ¿existe el amor?, y más aún, ¿ existe el amor a primera vista?

Con esta dicotomía presente, debemos enrolarnos en una de las posiciones. A través de la historia tenemos innumerables argumentos a favor o en contra de su existencia.

Enumerarlas, repetirlas, fundamentarlas sería volver sobre lo ya dicho; en tal sentido y como base de este trabajo, prefiero tomar una posición y afirmar: “el amor a primera vista existe”.

Y como fundamento y claro ejemplo de esta postura, menciono las diferentes situaciones que viven los personajes del libro “El final de Norma”, de Pedro Antonio de Alarcón y que comentaré a continuación.

Para aunar criterios y continuar la traza del libro iremos enumerando diferentes pasajes de los personajes que se desarrollan en la novela.

El personaje de Serafín, un conocido y prestigioso violinista de España, viaja hacia Sevilla a visitar a su familia antes de emprender su viaje a Italia. Al llegar se encuentra con su viejo amigo Alberto y a través de este conoce, indirectamente, a la llamada Hija del Cielo, con motivo de asistir a la Opera, donde ella había coronado su éxito y conformaba una figura mística con su voz.

 Alberto la define como “(…) una misteriosa mujer, cuyo nombre y origen ignoramos, pero cantatriz tan sublime, que ha vuelto loco a este público por espacio de tres noches. Canta con pura afinación, y siempre a beneficio de los pobres (…) porque os repito es una maravilla del arte.” Allí, Serafín y su amigo descubren idénticos sentimientos de amor por esta bella mujer. En ese momento aparece en su corazón un profundo enamoramiento hacia esta misteriosa mujer que conocían únicamente por su canto y su magia en la ópera.

Este espontaneo amor comienza a incidir en su yo interno, y lo mueve a pedirle a su amigo Alberto, que José Mazzetti, violinista de la ópera «La Norma», se reporte como enfermo. De esa manera Serafín podría ocupar su puesto y quedar en una posición privilegiada para escuchar, conocer y enamorarse más aún de esta mujer y utilizando sus dotes de violinista excelso, con su cercanía, ella sentiría su presencia.

Durante la ópera, escuchándose ambos a través de sus instrumentos, ella con el canto, él con el violín, lograron un éxtasis de comunicación y aunaron sus almas y corazones en una sola mirada al percibirse mutuamente. A tal punto que ella, siempre distante y misteriosa, le dedicaba sus estrofas y vibraciones, al igual que él, reconociéndolo luego a su amigo cuando ante la pregunta “¿ Ya la amas?” él le exclama:¡No!, ¡No, amigo mío! ¡La amo hace diez años; la amo desde que nací; la había adivinado antes de verla; la he visto, y siento lo que nunca he sentido, lo que hace nombre, lo que me da corazón, lo que me constituye como artista. ¡Amo! ¡Amo a esa mujer!”

Demostrándose aquí que, en un solo instante, este hombre sensible y musical, logra ilustrar su idea de amor hacia una mujer, sin importar circunstancias, tiempos, condiciones ni ningún otro estereotipo. Sentimiento puro e impulso que predice una comunión con el otro. La Hija del Cielo también rompe el hielo de su misterio y llega a él con miradas y canto, con un intenso nivel sensitivo.

A lo largo de la novela se destaca otro momento en donde, circunstancias externas, coinciden generando una situación extraña a la voluntad de Serafín que se había dado por vencido al amor de esta cantatriz comprometida y decide iniciar su travesía en barco rumbo  a Italia.

Durante el viaje distintas circunstancias y actos, de quienes navegaban en el buque, le advierten que el puerto de llegada era Laponia y no Italia y la casualidad  que compartía destino y viaje con la mujer a quien él amaba, y que había desistido de amar. Una equivocación de pasajes entre los amigos, fue la causa para que Serafín se encuentre rumbo al Polo, al igual que la exitosa cantante. Sabiendo su diferente destino, decide mantenerlo para perseguir a su gran amor.

Nuevamente vemos cómo un amor intenso y desconocido de ambos logra que otras circunstancias los acerquen, al punto tal que, aun cuando los otros personajes del barco intentan hacer todo lo posible para separarlos; a través de mensajes intimidatorios, la sustracción del violín y otras amenazas; y que no sepan que viajaban juntos, no logran obstruir  la música y el canto que los había unido en un primer momento en amor intenso y compartido y sea el vehículo conductor para que ella sepa de su existencia al escuchar el violín y él al escucharla cantar.

Luego, durante el viaje cuando la tormenta arreciaba al punto del naufragio, los jóvenes vuelven a encontrarse con intención de verse antes de la muerte que creían segura. Conscientes de que debían separase, se dan cuenta de su  inmenso amor y la imposibilidad de mantenerlo, pero intuyendo lo peor, la Hija del Cielo le jura que en caso de sobrevivir volverían a verse, pronunciando “¡Os lo juro!” y regalándole su nombre: Brunilda. Esta pequeña frase pasa a ser la esperanza que motiva a Serafín a sobrevivir ante cualquier eventualidad.

Llegados al Polo, Serafín fue abandonado a su suerte para que muera. Lo único que lo mantuvo vivo fue el juramento de su amada. Mientras tanto, Brunilda acongojada por el comentario de que éste se habría suicidado, manda a buscarlo. Así logran encontrarse nuevamente, y se confiesan su amor y ella le cuenta su historia, y la imposibilidad de que su amor se concretara, demostrando siempre el profundo amor que ambos sentían.

Luego de una larga conversación, Serafín decide partir hacia Italia a cumplir su plan de viaje, había comprobado que este amor nunca iba a poder lograrse. Una nueva coincidencia permite que se reencuentre con su amigo Alberto, quien al contarle sobre sus aventuras del último tiempo, pone al corriente a Serafín de la verdadera historia sobre Rurico de Cálix, el futuro esposo de Brunilda. Éste había muerto hace unos años y quien iba a ir al altar junto a su amada era el asesino de su padre, Óscar el Encubierto. Este hecho motoriza a Serafín, quien intenta detener el casamiento de su amada, haciendo conocer la mentira, de hacerse pasar por Rurico de Calix, el verdadero prometido de Brunilda.

Nuevamente los acontecimientos y el descreimiento de la gente casi alejan la posibilidad de “la verdad”. La madre de Rurico de Cálix al enterarse del casamiento, viaja y con su presencia desbarata toda posibilidad de la impostura, al demostrar que el que se estaba por casar no era su hijo, sino un impostor.

Logrando este cometido, estos corazones pueden enarbolar y juntar su amor en un futuro de unión y dicha, demostrando que aun a pesar de cualquier diferencia, distancia o impedimento ese sentimiento profundo que nació a primera vista logre concretarse en la felicidad de ambos.

Estos pasajes del libro y su historia narrada van cimentando nuestra afirmación de que el amor a primera vista, existe y pese a cualquier obstáculo rompe tiempos y mágicamente une estas dos llamas que habían nacido en sus corazones instantáneamente. Dándoles la posibilidad de encontrarse y vivir juntos para siempre.

Concluimos que el amor es el sentimiento más profundo y poderoso que existe. Permite que todos los seres vivos se comuniquen, se relacionen entre sí, con la naturaleza y el universo. Además, nos permite acercarnos y hablar con Dios, cuando se da en forma mágica y espontanea entre dos personas, en un instante, produce lo que llamamos “el amor a primera vista”. Que mueve fronteras, dispersa inconveniente, acomoda tiempos, acerca y termina uniendo a esas personas en una vida de felicidad y amor eterno.

Dolores Conti Mitre 
Estudiante de Abogacía
dolorescontimitre@gmail.com