Mi semana en Praga

Por Carolina Colombo.

A mediados de 2017, justo al inicio del segundo semestre de la Universidad, el profesor de Derechos y Garantías Constitucionales, doctor Legarre, le hizo una propuesta a la clase: hacer un dibujo que demostrase la relación entre el poder de policía y la moralidad pública, sobre la base de un libro escrito por él mismo[1]. Quien obtuviera el primer puesto ganaría una beca para asistir a una conferencia en Praga. Todavía sin saber bien de qué se trataba, todos decidimos participar.

En mi caso, elegí dibujar algo simple: un hombre sosteniendo un paraguas sobre una flor, evitando que ésta se vea dañada por la tormenta. El personaje retratado representa al Estado; la flor, a la moralidad pública y cada una de las nubes constituye una inmoralidad pública distinta: el juego, las bebidas alcohólicas, la inmoralidad sexual, la pornografía y las sustancias tóxicas. En el dibujo se muestra cómo el Estado busca proteger a la moralidad pública de las mencionadas amenazas, para lo cual debe adoptar una serie de medidas. Tales inmoralidades usualmente se limitan mediante el dictado de normas jurídicas, tales como aquellas que prohíben o restringen el consumo de bebidas alcohólicas o que disponen regulaciones restrictivas para los casinos. Si bien el Estado cuenta con el poder suficiente para ejecutar tales medidas, la realidad es que éstas en lugar de actuar como una pared, se asemejan más a una puerta no cerrada con llave: las inmoralidades públicas pueden quedarse afuera un rato, pero apenas descubran que “la puerta” no se encuentra realmente cerrada, van a encontrar la manera de ingresar. No importa cuántas barreras y limitaciones el Estado imponga, la realidad es que estas inmoralidades constituyen una parte crucial del ser humano y van a continuar existiendo con él.

Esta teoría se puede ver reflejada en la realidad en incontables ocasiones: un primer ejemplo son las medidas adoptadas por varios Estados a lo largo de la historia en lo que se conoce bajo la denominación de “ley seca”. Con ella, se dispone la prohibición de la fabricación y venta de alcohol. La ley seca, en lugar de ponerle fin al consumo de bebidas alcohólicas, tiende a favorecer la generación de mercados negros y bares clandestinos. Lo mismo sucede con las drogas; si bien existen numerosas leyes que prohíben y sancionan su consumo, el comercio ilegal de sustancias tóxicas es uno de los más grandes del mundo.

Para mi grata sorpresa, gané el concurso y en menos de una semana ya estaba informándome acerca del viaje que tenía como propósito asistir a la International Youth Leadership Conference (IYLC). Se trata de una conferencia que se celebra varias veces al año, en distintas partes del mundo. Yo asistí a la que tuvo lugar en Praga durante el mes de enero, y puedo afirmar que es una experiencia única. El curso tiene una duración de 6 días y asisten jóvenes de distintos países, con el fin de mejorar sus habilidades de liderazgo y debatir temas de la actualidad mundial.

El día anterior a que saliera el avión, si bien estaba entusiasmada, también podía sentir los nervios. Había leído todo lo que necesitaba con relación a la conferencia, había estado en contacto con el organizador y hasta compartía un grupo de Facebook con el resto de los participantes… Sin embargo, fue justamente, así como me enteré que casi todos los miembros hablaban inglés como primer idioma, lo cual me hizo dudar de si mi nivel del idioma sería lo suficientemente bueno como para debatir temas políticos e internacionales. Hoy puedo decir que no había nada de qué preocuparme.

Como mencioné anteriormente, la conferencia tiene una duración de 6 días, lo cual me resultó mucho y poco al mismo tiempo.

Si bien desde el punto de vista académico la experiencia fue sumamente enriquecedora, lo que más destaco es lo aprendido a nivel social.

El primer día de la conferencia nos dividieron en tres grupos de aproximadamente 15 personas, cada uno con un facilitador distinto. Esto permitió no solo que pudiéramos conocernos mejor y formar amigos dentro de cada grupo, sino que también facilitó la realización de los debates y las simulaciones, entre las cuales se encontraban “el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, “la Corte Penal Internacional” y “el Parlamento Europeo”. Como dije anteriormente, si bien yo no manejaba el inglés tan bien como el resto de mis compañeros, no tuve ningún problema al comunicarme, y pude realizar todas las tareas al igual que ellos. Fue muy interesante conocer los distintos puntos de vista de diferentes países respecto a una misma cuestión y cómo cada estudiante debía defender su posición.

Si bien las simulaciones, y especialmente la preparación para ellas, fueron muy importantes, también es necesario mencionar las distintas excursiones y visitas que nos brindaron. Tuve la oportunidad de conocer lugares como el senado checo, las embajadas de Marruecos, Estados Unidos e Indonesia, “Radio Free” (una emisora de radio de carácter anticomunista) y el castillo de Praga.

Mención aparte para los coordinadores de los grupos, especialmente la del mío: una española de 26 años llamada Irene. La admiro no solo profesionalmente, sino también como persona; siempre se aseguró de que hubiese un clima agradable y cooperativo en el aula, y puedo afirmar que todos los integrantes del grupo terminamos muy agradecidos con ella.

Ahora sí me gustaría hablar del aspecto social de la conferencia, que en cierto punto sigue siendo académico. A lo largo de los seis días en Praga conocí muchas personas de distintos países y sus historias. Me contaron acerca de sus rutinas, sus casas, sus universidades y hasta de sus familias, y creo que lo más increíble es lo parecidas que son a las mías. Uno podría pensar que alguien que vive literalmente en la otra parte del mundo tiene una vida muy distinta de la propia, pero no es tan así. Conocí personas de India, Malasia, Singapur, Kenia, Australia…, y todos me describían una vida igual a la mía, con los mismos problemas y alegrías. Sin embargo, también tuve la oportunidad de conocer personas con historias más trágicas. Una estudiante de Pakistán, por ejemplo, habló acerca de todo lo que su familia y su ciudad tuvieron que atravesar a causa de los ataques; una experiencia completamente distinta de la mía y de la de muchos otros que escuchaban la misma historia.

Si bien todos hablábamos distintos idiomas y veníamos de países tan dispares y lejanos entre sí, en esos seis días forjamos una amistad tan buena que parecía que nos conocíamos desde hacía años. Vivimos juntos una experiencia muy linda de la que nunca me voy a olvidar, y si bien separarnos fue sumamente triste, agradezco que la tecnología nos facilite mantener la comunicación.

Se trató de una experiencia única con una duración larga y corta al mismo tiempo. Seis días es, en términos generales, muy poco, pero lo que uno aprende en esos días es inmenso. Me llevo no solo una notable mejora en mi inglés, sino también varios amigos con los que aún sigo en contacto.

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Carolina Colombo (21)
Estudiante de Abogacía
caro.colombo@hotmail.com

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[1] Poder de policía y moralidad pública. Fundamentos y aplicaciones, Ed. Ábaco, Buenos Aires, 2004.