El rol de la vista y la mirada en el enamoramiento y en el amor

Por Sol Latasa.

Pareciera ser que el enamoramiento y el amor son lo mismo, pero, mientras uno tiene una fecha de caducidad, el otro dura para toda la vida. La Real Academia Española define al amor como el “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”, también como el “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear” o el “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”. Mientras que estar enamorado conlleva que una serie de emociones y sentimientos salgan a flote, ese estado de felicidad incondicional que le hace estar en una nube cuando se siente atraído por una persona.

En este sentido, tener el sentimiento de estar enamorado y de amar a alguien son diferentes. Mientras que el amor, no experimenta momentos de euforia donde la persona solamente puede ver lo bueno y no es capaz de reconocer que es incapaz de ser perfecta. Es un estado en que la persona “baja a la tierra” y puede ver las imperfecciones de la perfección humana. Es un sentimiento que, si es sincero, dura para toda la vida, como consecuencia no hay un punto final. Esta instancia es posterior a la etapa del enamoramiento, donde se superó esa barrera y la persona tiene dos opciones: aceptarla o rechazarla.  Dentro de la definición de amor de la RAE, encontramos que este es un sentimiento que “naturalmente nos atrae…”, pareciera ser, entonces, que es algo involuntario de la persona, que llega sin que los busquemos.

El enamoramiento conlleva un proceso fisiológico que, podríamos afirmar, es previo al amor. Hay un alejamiento de la realidad donde vemos todo lo que está bien en la otra persona y no somos capaces de ver sus imperfecciones, ya que no hay ser humano como tal que sea perfecto. Esa persona nos sirve de espejo, nos hace sentir bien, sentimos que nada puede estar mal cuando estamos junto esa persona. Tenemos un sentimiento de completitud que difícilmente podemos encontrarlo en otro lado.

Ahora bien, ¿Qué es lo que nos atrae lo suficientemente para enamorarnos?

-En algunos casos, puede pasar que nos atraiga alguien porque nos recuerda a nuestros padres o personas que nos criaron porque nos representa confianza, seguridad, tranquilidad. Sentimos una sensación de afinidad muy grande con esa persona que nos hace sentir que lo conocemos de toda la vida.

-Puede ser que el hecho de compartir experiencias similares juegue un papel muy importante, ya que genera que haya un mayor entendimiento y una mayor conexión.

-Como también, en otros casos, podamos sentir atracción por una persona que tiene virtudes, aspiraciones o aptitudes que queremos para nosotros mismos, y la persona experimenta un grado de admiración de tal magnitud que esta comienza a percibir tales sensaciones.

A veces, la atracción física juega un papel muy importante ya que la belleza, para algunos, pareciera ser un papel suficiente para generar esa ceguedad que produce el enamoramiento. En otros casos, la inteligencia, la bondad de la otra persona, la capacidad de empatizar con el resto, la generosidad, la humildad, entre otros.

Sin embargo, ¿podríamos afirmar que esas manifestaciones son suficientes?¿es eso lo que realmente pasa en la novela de Marianela, de Benito Perez Galdós, o hay algo más?

Pablo, uno de los personajes principales –quien carece de uno de los sentidos más extraordinarios del ser humano: la vista– era un joven incapaz de ser consciente de su propia belleza, la cual emana de la facultad de conocer la belleza exterior. Sin embargo, desarrolló por sobre manera otros sentidos, como la inteligencia, la imaginación. Era capaz de darse cuenta si era de día o de noche por el movimiento de las personas. Era hijo de un hombre muy honrado en el pueblo: Don Francisco Penáguilas; se trataba de una familia que contaba con un nivel socio-económico muy distinto al de Marianela.

La Nela, como la llaman en el libro, es una adolescente con una realidad muy diferente, estaba dotada del sentido de la vista, pero provenía de una “no familia” ya que sus padres la habían dejado, y con la familia que vivía la hacían sentir que no servía para nada. No le enseñaron a leer ni escribir, ni la educaron, ni siquiera le compraron unos zapatos para que no esté descalza, y la lista podría seguir. La hacían sentir como una total y completa inservible. Tampoco estaba dotada de la “virtud” de la belleza, ya que tenía una imagen mezquina, con los ojuelos negros, tez pecosa, naricita picuda, cabello escaso y una “movible fisionomía de pájaro” y sin expresión de feminidad tal como el busto.

Marianela se sentía y la hacían sentir fea, extremadamente fea. Sentía que las personas eran incapaces de amarla por su característica fealdad.

Pablo no sintió eso por su lazarillo, como así la llama él. Se divirtió mucho con ella, lo guiaba, lo llevaba al bosque, reían y hablaban mucho. Ella era muy divertida, como consecuencia de su ignorancia creaba muchas supersticiones en su cabeza: era muy imaginativa. Los “disparates” de la Nela lo cautivaban, lo embelesan porque revelaban la ingenuidad de su alma y la fuerza de su fantasía. Ella tenía una belleza ideal según Pablo, ya que no podía verse ni tocarse, una belleza perfecta que podía percibirla sin siquiera mirarla: la concebía en su imaginación. Él entendía que su bondad, inocencia, ingenuidad, gracia, su alma cariñosa y celestial e imaginación estaba representada en la verdadera hermosura.

Él sintió que realmente la quería, incluso en el momento en que se enteró que podía recuperar la vista, llegó a sentir que quería casarse con ella. Poder verla era un requisito esencial que le faltaba a su relación, necesitaba confirmar la belleza que tanto se había imaginado en su cabeza… Ahora bien ¿influye tanto querer ver el exterior de una persona para sentir la necesidad de confirmar ese amor para siempre a través del casamiento?

Sin ahondar en ese interrogante, en dicha novela aparece un personaje crucial: Florentina, quien tiene un nivel socio-económico similar al de Pablo, valores muy parecidos a los de Marianela y una belleza que deslumbra la mirada de todos. Según es caracterizada en la novela, Florentina es la perfección humana que se acerca a la expresión de la divinidad. Tiene ojos de admirables proporciones que encajan con la misma serenidad unidad a la gracia, a la armonía, con un mirar distinto de la frialdad; sus cejas eran una delicada hechura del más fino pincel y trazaban un arco sutil; su frente no tenía ninguna marca de expresión y sus labios dejaban ver sonreír los más preciosos dientes que mordieron la manzana del paraíso. Para los ojos de Marianela, Florentina era el mismísimo retrato de la Virgen María, sumado a sus valores tan bondadosos y solidarios que la asemejaban más a una divinidad que a a un ser humano propiamente dicho.

Pablo, al recuperar la vista, ansiaba poder ver a Marianela; tenía una curiosidad que superaba los márgenes de la realidad. Enseguida pudo distinguir las cosas lindas de las feas, admiró la hermosura del cielo y se estremeció de repugnancia al ver una rana; todo lo bello le produce entusiasmo, mientras que lo feo… horror. Una de las primeras personas que vio al recuperar la visión fue a Florentina, quien exclamó al verla: “¡Ay, prima mía, qué hermosa eres! ¡Bendito sea Dios que me ha dado esta luz con que ahora te siento!”. Nada podía oponerse a su lógica o bondad.

La Nela, angustiada por haberse enterado que Pablo recuperó la vista, y deslumbrado por la belleza de Florentina, tuvo muchísima vergüenza en presentarse ante él y sentir el rechazo o decepción que ella pensó que iba a recibir de su parte. Como consecuencia, nunca fue a verlo. Un día, ella estaba muy enferma a causa de la gran tristeza que le produjo enterarse que su amado ya no era más ciego y había conocido la belleza celestial de Florentina. Pablo se confesó ante esta y en la misma habitación se encontraba la Nela escuchando todo: Pablo le estaba proponiendo casamiento a Florentina y estaba alagando su infinita belleza y desmereciendo el “encanto” de Marianela; sin querer Pablo la vio y no sabía quién era, la llamo pobre e infeliz enferma. Esas fueron las palabras y el discurso que finalmente ocasionaron la muerte del personaje principal de esta novela.

Entonces, pareciera ser que, en realidad, la vista es un papel fundamental a la hora de enamorarse de alguien. Es lo que primero nos llama la atención y nos encanta. Puede haber enamoramiento y no amor. Uno puede querer a un abuelo, a un amigo, a un padre, a un novio, pero no de la misma manera y con la misma intensidad. En este caso, Pablo quedó shockeado con la belleza de Florentina y no tuvo más que confirmar el amor que le tenía, sin necesidad si quiera de poder ver a la Nela. La personaje crucial de esta historia no sólo es hermosa sino que también es buena, solidaria, inteligente y divertida, entre otras características. Pareciera ser que reúne todas las cualidades buscadas por las personas a la hora de sentir atracción por alguien.

Sin embargo, no siempre el aspecto físico de la persona es suficiente, muchas veces lo esencial es invisible a los ojos y lo artificial es totalmente visible.

La belleza se trata de una apreciación subjetiva, esta asociado con los gustos y preferencias de cada uno, en este sentido pareciera ser que no existe una belleza externa eterna. Las personas van cambiando a lo largo de los años, van envejeciendo y ya no tienen los mismos rasgos bonitos de la juventud. En consecuencia, lo que realmente importa ¿es la belleza exterior o interior de las persona? El espíritu de las personas, el alma, sus valores y bondades se mantienen vivos a lo largo de los años y no son tan propensos a cambiar como lo es el exterior de una persona. La belleza del cuerpo es un viajero que pasa; pero la del alma es una amigo que se queda.

 A modo de conclusión, se puede afirmar que “Cada cosa, cada persona tiene su propia belleza, pero no todos puede percibirla” y “Quién no lleva le belleza dentro del alma no la encontrará en ninguna parte.”

Sol Latasa (21)
Estudiante de Abogacía
sollatasa@gmail.com