Entre la ley social y la ley que dicta el corazón

Por Florencia Malfassi.

“El amor no tiene edad” seguramente fue el pensamiento que tuvo el protagonista de esta historia titulada La Pródiga, Pedro Antonio de Alarcón. Primeramente, me parece conveniente explicar de qué trata esta apasionante novela. La historia gira alrededor de dos enamorados: Guillermo y Julia. Él, «famoso ingeniero de caminos y no menos célebre abogado, ser el de carácter más vivo y enérgico, el más valiente, el más gastador y hasta el mejor mozo»; ella, una dama mayormente conocida como “la marquesa”, «peregrina hermosa, mujer superior y excepcional» que vivía en el cortijo de Abencerraje.

Un gran detalle de esta historia radica en el pensamiento mencionado al comienzo, atribuido al político madrileño: él tenía veintiséis y ella treinta y siete años. Y es aquí donde comienzan las complicaciones de mi análisis… ¿Es esta una cuestión a tener en cuenta a la hora de enamorarse? ¡Qué pregunta tan subjetiva y problemática! Claro esta que hay personas que piensan que no. Es más, creo ser una de ellas. Puedo decir que uno no elige de quien se enamora. Simplemente sucede, así como si nada. Además, hay que aclarar que, aunque quisiéramos negarlo, la diferencia de edad se nota (y a veces demasiado). Está comprobado que los hombres maduran más tardíamente que las mujeres, por lo que no habría problema en que una mujer salga con un hombre mayor, ya que sus “edades mentales” seguramente se encontrarían equiparadas. ¿Pero qué sucede cuando se da al revés? como en el caso de La Pródiga.

En la historia narrada por Alarcón, se muestra cómo la sociedad ejerce gran influencia en estos temas. Cuando por fin el ingeniero y la marquesa se ponen en pareja (luego de grandes insistencias por parte del muchacho) el pueblo en el que viven parece revolucionarse. ¿Y por qué sucede eso?  Porque la sociedad impone reglas de moralidad que pueden no ser compartidas por algunos, pero sí por la mayoría, y así sucede que el pueblo no creía correcto que la tan amada Julia saliese con un joven (más que nada porque no estaban casados, aspecto que más desagrado causaba a su entorno). En ocasiones, es difícil mantener una pareja cuando la gente que te rodea no te apoya; ahí entra en juego la importancia que cada uno le da al pensamiento de los demás. Si sos de esas personas que tiene en cuenta lo que opinan los demás, no hubieras tenido el coraje que tuvo Guillermo al comienzo, al seguir con La Pródiga sin importar los nefastos momentos que les hacían pasar los trabajadores del hogar y las fuertes miradas prejuiciosas que constantemente recaían sobre ellos.

 Además, cabe cuestionarse acerca del porqué de que la dama estuviera tan negada a corresponderle su amor a Guillermo: ¿Será porque sabía que la diferencia de edad no ayudaría en su relación? Yo creo que sí. La Pródiga, en varias conversaciones que mantuvo con su enamorado, demostró estar fervientemente convencida de no poder darle la vida que él merecía. Hay ocasiones en que la diferencia de edad es tan amplia que las personas se encuentran en diferentes etapas de la vida; en este caso, Julia ya había pasado por varios amores, sufrimientos, alegrías y se encontraba en una etapa en donde prefería una vida aislada, campestre, antes que estar constantemente en boca de los demás. Por el contrario, Guillermo era un joven que tenía toda una vida por delante —quería tener su propia casa, esposa, formar una familia—. Por sobre todas las cosas, al ser una figura pública, después de un tiempo tratando de adaptarse a la vida tranquila que su amada llevaba, empezó a desesperar por tanta soledad, y terminó dándose cuenta de que lo que verdaderamente añoraba era la burbuja madrileña en la que vivía. Era un político codiciado por todos, constantemente rodeado de gente y, al fin y al cabo, eso era lo que él tanto extrañaba; lo que aquella mujer solitaria no podía darle.

En el instante en que Julia se da cuenta que llegó el momento de dejar ir a Guillermo para que siga su camino y logre esa vida que nunca iba a conseguir estando junto a ella, se desencadena, a mi parecer, una de las escenas más pasionales que creo haber conocido jamás: ella se suicida. ¿Y por qué llamo pasional a semejante desgracia? Porque considero esa conducta como la más grande generosidad que pudo tener ella: quitarse la vida para no estorbar a Guillermo en su camino. Es en función de esta escena que considero que se le atribuye el mote de “pródiga”, si lo entendemos a este como “toda persona que se comporta con generosidad y desinterés”. Lo entiendo así ya que Julia, al darse cuenta de que Guillermo no tenía intenciones de irse, comprende el suicidio como la única escapatoria para lograr su cometido: que él sea feliz y consiga lo que se merece.

Retomando mi postura acerca de la importancia que podría tener la edad en una relación, estoy convencida de que siempre va a depender de cada pareja. En el caso de estos personajes, era tan grande el empeño del veinteañero de compartir la vida con Julia, que no era capaz de ver la triste realidad: la diferencia de edad era un impedimento insuperable. De todos modos, debe haber casos en los que, a pesar de estas circunstancias, se siga apostando al amor que se tiene. No obstante, siempre va a depender de la personalidad de cada uno.

Particularmente, me costaría mucho entablar una relación amorosa con alguien que no es “aprobado” por la gente que estimo. La sociedad muchas veces (lamentablemente) te hace enfocarte en lo que opine el resto y eso pesa más que lo que realmente querríamos hacer para ser felices. Muchas veces medimos nuestras actitudes en base a quienes nos rodean, cuando eso no debería ser así. A nadie debería afectar lo que yo hago o dejo de hacer con mis relaciones amorosas… Este es uno de los motivos por el cual no me contentó el final de la historia; ellos deberían haber luchado por su amor sin importar el resto. De todos modos, intento entender el contexto en el que se desarrolló esta historia: un amor como el de ellos era considerado rebelde, ilegal, antisocial —como lo describe Julia en la carta de despedida—.

Hoy en día, más allá de lo que pueda opinar la gente, es más común que las parejas tengan diferencia de edad (claramente está más naturalizado), y eso sí que me parece correcto. ¿Quiénes nos creemos para juzgar la diferencia de edad de una pareja? Cada pareja es un mundo. La sociedad debería replantearse esa constante necesidad de opinar acerca de la vida de los demás. Cada cual es libre de hacer lo que se le de la gana y, si de moralidad nos toca hablar, no hay nadie en este mundo que pueda definirla a la perfección. Finalizando, creo necesario implantar esta reflexión en ustedes: ¿Por qué nos dejamos llevar por lo que piensen o digan los demás? ¿Por qué nos pesa más el qué dirán que nuestra propia felicidad? Creo que llegó el momento de abrir los ojos y darnos cuenta de que la vida es una sola. Dejemos de detenernos en estas cuestiones tan absurdas y aprovechemos nuestro momento.

Florencia Malfassi (20)
Estudiante de Abogacía
florenciamalfassi@gmail.com