El amor no conoce clase social

Por Katia Gavric Berrios.

Introducción

De los novelistas más emblemáticos que existieron, encontramos a Benito Pérez Galdós, uno de los referentes más importantes de la literatura naturalista y realista europea[1]. Tal carácter adquieren las obras de su autoría que integran Novelas Españolas Contemporáneas, una colección de novelas contextualizadas en la segunda mitad del siglo xix, en una España de recreación[2], o como sus fieles lectores la calificaron, con especial referencia a Madrid como su epicentro: galdosiana[3]. Dentro de esta colección, se encuentra su reconocida novela Fortunata y Jacinta, consagrada como uno de sus mejores trabajos.

Este relato está situado en el corazón de Madrid entre el período que va desde 1869 a 1876, ilustrado en medio de un caos socio-político en el cual transcurren diversos sucesos históricos, desde el fracaso de una revolución hasta la restauración borbónica. Cabe resaltar el escenario, ya que la tendencia de Galdós en sus novelas —sobre todo en la sub examine— es la de poner en evidencia la lucha de las diferentes clases sociales en un esfuerzo por adaptarse a las circunstancias que las rodean. De esa manera, resalta la nota de realismo-naturalismo en sus obras, creando personajes ficticios, pero encasillándolos en determinado tiempo y espacio que condicionan y caracterizan su respectiva personalidad, reflejando así de manera objetiva la sociedad española de aquella época.

Fortunata y Jacinta cuenta la historia de dos jóvenes de distintas clases sociales: el burgués Juanito Santa Cruz (alias el Delfín) por un lado, y Fortunata, una pobre del “Cuarto Estado”[4], por el otro, quienes mantuvieron un affaire. El primero, habiendo engañado previamente a Fortunata con una promesa de casamiento, la termina abandonando. Ella había quedado embarazada, pero su dicha de ser madre no duró, ya que su hijo murió de bebé.

 A posteriori, Juanito se casa —mediante un matrimonio arreglado— con su prima  Jacinta Arnaiz, una señorita de su mismo estatus social. Aquella, a pesar de ser una mujer completa, no podía concebir hijos, hecho que le causaba mucho dolor y frustración.

La trama principal se desarrolla a través de un triángulo amoroso conformado por Juanito, su esposa Jacinta y Fortunata, siendo esta última la tercera en discordia, quien, asimismo, se termina casando con otra persona, Maximiliano Rubín. Este termina mentalmente inestable debido a todas las faltas cometidas por su amada esposa.

Los amantes volvían reiteradamente a sus encuentros, hasta que Juanito decide acabar de una vez por todas con la relación informal (o “amores”) con Fortunata, y posteriormente iniciar una nueva con una amiga suya.

El relato termina con Fortunata dando a luz al segundo hijo que tuvo con Juanito y disponiendo como acto de última voluntad el dejárselo a Jacinta para que esta lo adopte, quien lo terminó criando como hijo propio luego de la muerte Fortunata.

Desarrollo

¿Hasta qué punto el amor conoce clase social? Si analizamos la hipótesis desde el pensamiento moderno, que es uno liberal en comparación con la época de Galdós, seguramente obtendremos una actitud más laxa acerca de esto. Sin embargo, si quisiéramos evaluar la cuestión con la mentalidad del momento en el que fue escrita la obra, deberíamos circunscribirnos al tiempo y al espacio en el que transcurre, ya que solo de esta forma podremos evaluar la consigna apropiadamente.

Hay una variedad de factores que condicionan el sentimiento de amor y su expresión.  

Para comenzar, encontramos lo que se denomina “expectativa social”, que consiste en lo que la sociedad espera de los individuos que la conforman. La sociedad madrileña de ese período tenía una mentalidad más limitada acerca de las opciones para la configuración de un buen matrimonio. En virtud de ello, se exigía cierta nivelación o paridad de circunstancias entre las personas que se casarían. Por ejemplo, si uno de los individuos pertenecía a la clase alta, su pareja debía pertenecer, como mínimo, a la clase media. Esto podría aplicarse tanto a nivel económico como a nivel educativo, ya que los modales y las formas tenían una gran incidencia al momento de elegirse una pareja. Para cerciorarse de que así sucediera, muchas veces ocurría que, o bien el matrimonio de los hijos era directamente pactado por los padres de las dos familias, o bien estos seleccionaban la pareja, debido a que eran los padres quienes tenían un mejor juicio acerca del tema en cuestión.

Esta expectativa social influye, de igual modo, en lo que es la exigencia familiar. En la novela podemos evidenciar diversos casos en que esto se manifiesta fuertemente, siendo uno de ellos el matrimonio de Barbarita con don Baldomero ii. Ambas familias comerciantes, Arnaiz y Santa Cruz, tenían conexión parentesca mediante los Trujillo, además de una íntima amistad. La decisión del casamiento recayó totalmente en las madres de los respectivos futuros esposos, dejándose de lado la falta de amor e interés que había entre ellos, sin perjuicio de que luego se irían armonizando más cariñosamente.

Siguiendo esta línea de asociación conyugal entre los Santa Cruz y los Arnaiz, vienen Juanito y Jacinta, quienes eran primos, ya que Barbarita, madre de Juanito, era la hermana de Gumersindo Arnaiz, padre de Jacinta. Barbarita fue a la que se le ocurrió la idea de casarlos, criando a su sobrina como nuera, ya que Jacinta encuadraba dentro del tipo ideal de mujer que cualquier madre desearía para su hijo  (prolija por dentro y por fuera), y que cualquier hombre formal necesitaría a su lado. Aunque al principio la joven pareja no se veía enamorada, al pasar el tiempo y mientras más convivían tuvieron la suerte de enamorarse.

Esta expectativa social puede llevar a una persona a inhibirse de sentir amor por otra que no sea considerada adecuada a los ojos de los demás, sobre todo ante los de su familia. Ergo, sirve como filtro: tiende a orientar nuestro enamoramiento hacia una persona que, según los estándares de la sociedad, nos corresponda.

Por otro lado, encontramos la conveniencia, tanto económica como social. Esta sirve de móvil o razón para actuar, por cuestiones de utilidad, condicionando y disminuyendo de ese modo la libertad de elegir, sobre todo en lo que respecta a una pareja.

En cuanto a la conveniencia económica, podemos poner el ejemplo del matrimonio de Jacinta con Juanito. Eran siete las hijas de Arnaiz, y era menester acomodarlas para mejorar la situación económica de la familia, dado que, si bien era estable, esta no acababa por desarrollarse a pleno al tener que mantenerlas, tal como surge en la obra en cuestión: “El quid estaba en colocar bien las siete chicas, pues mientras esta tremenda campaña matrimoñesca no fuera coronada por un éxito brillante, en la casa no podía haber grandes ahorros”.

En cuanto a la conveniencia social, está presente en el matrimonio de Fortunata con Maximiliano Rubín (alias Rubinuis vulgaris), un estudiante de farmacia sin atractivo físico alguno, pero que tenía un gran corazón. La conveniencia yace en el hecho de que, luego de ser ridiculizada por Juanito, Fortunata perdió su honra, empezando a ser reconocida socialmente como una mujer deshonrada. Luego conoce a Maximiliano, quien se enamora completamente de ella, y le propone casamiento. Junto con esa propuesta venía encubierta esta otra: convertirla en una mujer decente. Aunque Fortunata no tenía ninguna atracción por él (ni en lo más mínimo), sí le interesaba el hecho de volverse honrada. Así lo manifestaba en estos términos: “¡Casarme yo!… ¡pa chasco…!, ¡y con este encanijado…! ¡Vivir siempre, siempre con él, todos los días… de día y de noche!… ¡Pero calcula tú, mujer… ser honrada, ser casada, señora de Tal… persona decente…!”. Ella no lo quería a él, claro está, pero, para poder ser bien vista y respetada, necesitaba un marido con integridad, y él la tenía. Así también se plantea al mes de su boda: “…con la nueva vida que la esperaba, no tenía duda de que le convenía casarse, comprendiendo que no debemos aspirar a lo mejor, sino aceptar el bien posible que en los sabios lotes de la Providencia nos toca”. Aquí podemos ver cómo la conveniencia social guía a la protagonista en su vida amorosa hasta conformarse con un hombre al que no solo no ama, sino que también le repugna físicamente.

También se la puede ver en el momento en el que ella y Juanito deben dejar de verse cuando Jacinta le da el ultimátum de que así sea. Ambos estaban casados y cometiendo falta a su matrimonio; la diferencia está en que a Fortunata no le importaba la deshonra, con tal de estar con su verdadero amor, mientras que Juanito se rinde ante el miedo al qué dirán. Esto se evidencia cuando Juanito le explica que: “Madrid, que parece grande, es muy chico, es una aldea. Aquí todo se hace público, y al fin no hay más remedio que bajar la cabeza… Las conveniencias sociales, nena mía, son más fuertes que nosotros, y no puede uno estar riéndose de ellas mucho tiempo, porque a lo mejor viene el garrotazo, y hay que bajar la cabeza”.

Las conveniencias, ya sean económicas o sociales, son un impedimento para la expresión de los deseos amorosos. La persona se ve llamada a actuar de determinada manera: debe sacrificar su querer, para cumplir con su deber, en términos de la utilidad que resultará de ello.

Otro aspecto a recalcar es el de las apariencias sociales. Los personajes se remiten a ello en varias ocasiones, resaltando su importancia en aquella época debido a la gran influencia que tenía en los comportamientos de la gente.

Esto incluye tanto los prejuicios como la impresión fundada que se les da a los demás. En lo que concierne a los prejuicios, estos escapan a la voluntad de la persona. Era común que a las mujeres del Cuarto Estado se las vea, tal como lo refiere Galdós en Fortunata y Jacinta, como “tentativas viciosas” o “monstruo de seducciones”, es decir, que se las vea principalmente como una amenaza para los señoritos. Este peligro se presume por la falta de educación y de interés moral de aquellas, al concebirlas movidas por las plenas pasiones del pueblo o por el interés económico, sin límite espiritual, manifestado en el texto de la siguiente manera: “Así era la verdad, porque el pueblo, en nuestras sociedades, conserva las ideas y los sentimientos elementales en su tosca plenitud, como la cantera contiene el mármol, materia de la forma”. Esto, de base, plantea una dificultad para el amor, debido a que, al tener el resto una opinión ya formulada en cuanto a las mujeres de ese Cuarto Estado, desde un principio se descarta la posibilidad de que pueda entablarse una relación correcta según los parámetros sociales con una mujer perteneciente a dicho rango.

Con respecto a la impresión que se les da a los demás, esto recae sobre uno mismo. Un personaje de la obra que tiende a resaltar la importancia de las apariencias es don Evaristo Feijoo. Este es un señor bastante mayor que Fortunata, pero que, de todas formas, se enamora de ella. Más que un amante, se convierte en una especie de tutor para ella, indicándole qué debe y qué no debe hacer. Era un hombre culto y sabía cómo desenvolverse prudentemente, requisitos necesarios para cualquier persona que pretenda guiar a otra. Dentro de los puntos que pretende dejarle en claro, se encuentra la importancia del parecer, más que la del ser, puesto en relieve cuando pronuncia el siguiente consejo: “Guardando… las… apariencias, observando… las reglas… del respeto que nos debemos los unos a los otros… y… sobre todo, esto es lo principal… no descomponiéndose nunca, oye lo que te digo… no descomponiéndose nunca… (…sus ojos extraordinariamente iluminados denotaban la importancia que daba a este punto de la lección) …no descomponiéndose nunca, se puede hacer todo lo que se quiera”. La compostura debe conservarse a toda costa; si esta cae, cae con ella la imagen de la persona. Y si dicha imagen se arruina a los ojos de la sociedad, no se encontraría en esa persona la idoneidad para configurar la pareja adecuada.  

Habiendo ya aclarado las cuestiones que influyen en el sentir y en el expresar el amor (expectativas, conveniencias y apariencias sociales), cabe evaluar ahora de qué modo se podrían plantear estas cuestiones como determinantes en un caso concreto, para poder responder correctamente al interrogante: ¿hasta qué punto el amor conoce clase social?

Comencemos evaluando a Jacinta y Juanito. Ambos configuran la pareja ideal en cuanto a expectativas familiares y sociales: los dos son educados y se manejan bien en sociedad. Sobre las conveniencias, a Jacinta (principalmente a su familia) le era útil el matrimonio con Juanito, ya que importaba el pase a una vida digna. Respecto de las apariencias, ambos procuraban cuidarla, aunque era Juanito menos discreto en este sentido, puesto que mucha gente se había enterado de su affaire con Fortunata. En sí, la pareja tenía todas a su favor en términos de aceptación social, lo que facilitó el crecimiento y el fortalecimiento de su amor, en vez de configurar una barrera para estos.

Por el otro lado, encontramos a Fortunata y Juanito. Con respecto a la expectativa social-familiar, Fortunata no coincidía con el modelo de esposa que se esperaba para un señor de respectiva clase: le faltaba la gracia y la rectitud moral que se requiere. De más está decir que a Juanito no le convenía estar con ella, sino que, por el contrario: debía alejarse, ya que dañaba su honor. Y por último, en consideración a las apariencias, Fortunata no reflejaba una imagen de muchacha digna, ya que cometió muchas faltas a lo largo de su vida. Todas estas exigencias pueden ser superadas en tanto y en cuanto haya un amor puro y fuerte que las deje de lado. Por ejemplo, vemos a Maximiliano, quien está dispuesto a ir en contra de su tía, su familia, la sociedad y el mundo entero si hiciera falta, por el amor de Fortunata. Sin importar las circunstancias, él hubiese seguido amándola y hubiese elegido pasar su vida con ella; eso es amor pleno, el que vencería los infortunios y las exigencias.

Conclusión

Habiendo analizado todos los conceptos relevantes en función de la consigna de este trabajo a la luz de Fortunata y Jacinta, podemos confirmar que el amor sí conoce clase social o, al menos, no es ajeno a su influencia pero hasta cierto punto, ya que, como se planteó, un amor vago no va a poder superar las exigencias sociales, y va a quedar afectado por aquella diferencia entre clases. Tal es el caso de Juanito Santa Cruz.

Sin embargo, un amor fuerte va a ser capaz de atravesar todas estas barreras, ya que se va a elevar más allá del asunto y va a poder vencer todas estas dificultades que configuran obstáculos en el sentimiento y en la expresión del amor. En este caso podemos encuadrar a Maximiliano, que, al estar tan intensamente enamorado de Fortunata, no le importó la humillación social provocada por la deshonra de aquella e ignoró los consejos de los demás, para dejarse arrastrar por la fuerza de sus sentimientos.

Asimismo, esta conducta podemos encontrarla en don Manuel Moreno Isla —sobrino de Guillermina, la amiga de Jacinta— que no le importó el hecho de que Jacinta fuera una mujer casada y, de todas formas, la cortejó. A diferencia de Maximiliano, este sí pertenecía a la clase alta, como Juanito. De esto deriva una mayor exigencia en el buen comportamiento y atención a las expectativas sociales. Sin embargo, su amor por Jacinta era de tal magnitud (asimilado en el texto de la obra a la sensación de un embrujo) que todos esos factores no tuvieron incidencia en cuanto a la expresión y sentimiento de su amor por ella, siendo estos imprudentes.  

Por un lado, la diferencia entre la vivencia del amor en la época en la cual se encuadra la obra y en cómo se lo vive hoy en día, está arraigada en no solo el hecho de que los matrimonios arreglados son más inusuales en nuestra cultura actual, sino en que también encontramos a más parejas conformadas por personas de diferentes clases sociales, que está más normalizado. Sin embargo, por el otro lado, se puede ver que todavía —en bastantes casos­— la expectativa social-familiar sigue teniendo implicancia en la elección de la pareja de uno, influyendo a la hora de decidir entre rechazar o considerar a una persona para ese fin.  

Katia Gavric (20)

Estudiante de Abogacía

katiagavric@gmail.com


[1] Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Benito Pérez Galdós. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/perez_galdos.htm el 6 de junio de 2020.

[2] Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas, Iris M. Zavala, Historia social de la literatura española.

[3] Conjunto de escenarios geográficos-históricos-sociológicos que en las obras de Galdós representan al pueblo de España, más específicamente al pueblo de Madrid (por antonomasia).

[4] Así denomina el autor al estrato social más bajo en la novela.