Por Victoria Roja.
Pepita Jiménez, una obra de Juan Valera escrita en el año 1874, es considerada por muchos la novela española más popular del siglo XIX. Reconocido por su estilo único, Valera nos trae la historia de amor entre Luis, un joven seminarista cuya máxima aspiración es destinar su vida al sacerdocio, y Pepita Jiménez, una joven viuda pretendida para el matrimonio por Don Pedro, el padre de Luis. A medida que transcurre la historia, el lector percibe una evolución en las motivaciones y sentimientos del joven Luis, como así también el descubrimiento de su deseo pasional. Mas la intensidad de su amor por Pepita es lo que finalmente lo lleva a renunciar a su “vocación” religiosa. Entonces, cabe preguntarse si el amor de Luis por Pepita es, acaso, señal de su falta de vocación.
En primer lugar, resulta menester analizar la transformación de uno de los personajes principales. En un primer momento, se puede percibir a un Luis más que comprometido con su vida religiosa, ansioso por consagrarse a ella, reconociendo expresamente al receptor de sus cartas (su tío), la existencia de esa vocación ínsita en él. Asimismo, manifiesta que se encuentra muy cerca de la realización del constante sueño de su vida: convertirse en sacerdote. A medida que pasa el tiempo hay una variación en las descripciones que Luis hace sobre Pepita; allí el lector empieza a notar que este primer escepticismo y soberbia respecto de la muchacha comienza a desaparecer. Cuanto más, Luis comienza a percibirse imperfecto y falible, víctima de aquellos sentimientos terrenales y profanos. Es dable notar que Luis ha vivido toda su vida aislado“debajo de un fanal”. Entonces, no parece raro que cambie su modo de concebir la realidad al conocer otro ambiente. Se puede señalar que una cuestión que persiste es la actitud de Luis en aludir a Pepita como quien lo provoca y lleva a cometer tal pecado; incluso más al momento de asumir su responsabilidad, él se considera culpable de no haber podido rechazarla. En verdad, creo yo, se trata de una cuestión de responsabilidad compartida, pero tenemos poca información sobre el punto de vista de Pepita.
En otro orden de ideas, lo que esta novela presenta es la dicotomía entre el amor terrenal y el amor espiritual. Es evidente que Luis tiene una gran dificultad para lograr sentir espontáneamente ese amor espiritual que tan bien sabe describir y sobre el que tanto conocimiento teórico posee. Sin embargo, es el amor pasional y corpóreo que siente por Pepita aquel que no puede controlar, que dice sentir fervorosamente sin dudar de sus sentimientos. También es este amor por Pepita lo que pone en jaque todos aquellos planes que él tenía, su forma de concebir la vida y, en definitiva, le muestra otra realidad posible.
Otra de las cuestiones que resulta interesante abordar es la relación entre Luis y Don Pedro. Es evidente que, desde un principio, Luis tiene mucho más respeto y admiración por el deán, su tío, quien lo crió e instruyó. En cambio, al referirse a su padre, pareciera ser que no hay un vínculo per se, por cuanto Luis habla de cumplir con los deseos de su padre más que de su voluntad de compartir tiempo con él. Además, hay una constante en Luis en buscar aprobación del deán. De allí se puede inferir cómo el tío de Luis representa la disciplina y rectitud; mientras que Don Pedro le permite a Luis ser errático e imperfecto, en tanto es quien de algún modo permite que se desarrolle toda la historia de amor entre Luis y Pepita. El deán, por su parte, lleva a Luis a reprimir todos aquellos sentimientos que tiene por Pepita. Así las cosas, vemos que, al finalizar la obra, padre e hijo se funden en un abrazo, siendo ello muestra de la evolución que tiene este vínculo.
Pues bien, la contraposición más importante que nos presenta la obra de Valera es el amor de Luis por Pepita y la vocación religiosa de Luis. En vistas a responder al interrogante planteado en la introducción, creo que no existe una falta de vocación en Luis. En efecto, hay un sentimiento ínsito en él de consagrar su vida al sacerdocio y concretar aquello para lo que fue instruido. Sin embargo, sus sentimientos por Pepita resultan incompatibles con su vocación y es allí donde Luis debe determinar a quién consagrará su vida. En otras palabras, el amor de Luis por Pepita no es símbolo de su falta de vocación; en verdad, la existencia de uno no implica la carencia del otro.
De todo lo hasta aquí expuesto, se puede inferir que no es solo la historia de amor entre Luis y Pepita lo que le demuestra a Luis cuál es la vida que él verdaderamente quiere llevar, sino que hay muchos vínculos y experiencias que implican la apertura hacia una nueva concepción de la vida. En mi opinión, la forma de vincularse con su padre, la vida social activa, el casino, aprender a jugar al tresillo y aprender a cabalgar fueron hechos que ubicaron a Luis en el mundo exterior, fuera del seminario. Es evidente la culpa que siente Luis de toda esta vida que lleva y ello se ve en la forma en la que lo expresa a su tío, mirando con soberbia todo lo relacionado con el pueblo en el que nació y su gente, intentando con demasiado ahínco demostrar que esa vida no es para él.
Aunque la novela nos brinde poca información sobre su punto de vista, Pepita Jiménez es otra gran cuestión que deberá ser indagada. En un primer momento, el lector obtiene la mirada soberbia y prejuiciosa de Luis respecto de Pepita; es así que él analiza, a lo largo de la obra, cuáles podrían ser las posibles motivaciones de las relaciones de Pepita con los hombres y cuestiona las razones de Pepita para casarse con Don Gumersindo. En definitiva, Luis tiene como constante juzgar moralmente a Pepita, creando un aura especulativa e intrigante sobre ella. Yo creo que es fundamental el rol de Pepita en el desencadenamiento de los hechos. En definitiva, ella hace uso de su belleza y armasde seducción para apoderarse de la voluntad de Luis; mas ella misma reconoce en su charla con el vicario haber querido provocar tal situación. Pero no parece haber una crítica al respecto, pues se justifica en tanto fue el amor por Luis lo que la llevó a obrar de tal manera. Sobre este análisis, yo creo que es erróneo concebir a Pepita como quien “desvía” a Luis de su vocación. En definitiva, si su vocación religiosa hubiera sido más fuerte que el deseo carnal, nada hubiera ocurrido entre ellos dos.
Con relación a las creencias religiosas de Luis y Pepita hay diversas opiniones; el Dr. Ruth J. Hoff nos cuenta lo siguiente: “For the most part critics agree that in Pepita Jiménez the authenticity of romantic desire usurps Luis and Pepita´s false mysticism (Barja 247, MacCurdy 323-34, Thurston-Griswold 467-74)”1, pero en esta parte debo disentir. En mi opinión, el sentimiento de amor de Luis por Pepita nada tiene de incompatible con el amor hacia Dios, ni tampoco implica falsedad en su creencia religiosa. En verdad, la incompatibilidad está dada respecto del sacerdocio, el cual Luis no llegó a concretar. Con relación a Pepita, su amor tampoco es indicador de un falso misticismo; aunque complejo y rebuscado, es un sentimiento imposible de controlar.
En tal sentido, creo que no hay falta de vocación de Luis sino un sentimiento de amor incompatible y más fuerte que aquella. Esta obra nos da la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Puede un hombre amar y servir a Dios y al mismo tiempo amar a una mujer? Yo creo que sí, y no hay en ello contradicciones. Por su parte, sobre Luis se ha dicho:
“(…) His conversion moves him from a religion disconnected from reality to a connected one, from the isolation of a monastery to real life, from a mystical, abstract contemplation of God to living an authentic existence that, Valera seems to say, God created for human beings. (…)”2
Esta es la cuestión central en Pepita Jiménez: Luis comienza a conocer otra realidad y conecta con ella, intentando reprimir constantemente sus más sinceros sentimientos; descubre una nueva forma de vincularse con su padre, conoce y siente el amor terrenal, pero todo ello no parece compatible con sus planes. Finalmente, el desenlace nos muestra que hay una solución posible. Quizás, si Luis hubiera dado curso a su carrera religiosa, allí habría una verdadera falta de vocación e hipocresía manifiesta. Ahora bien, desde mi punto de vista, no hay una carencia de vocación en Luis sino dos amores incompatibles.
María Victoria Roja
rojavictoria@hotmail.com
1 Hoff, R. J. (2001). The Trouble with Truth, Gender, and Desire in Pepita Jiménez. Revista de Estudios Hispánicos (St. Louis, MO), 35(2), 215–238.
2 Evans, J. E., & Thomas, M. D. (2007). Alternative Conversions, Priesthoods, and Religious Constructs in Pepita Jiménez and San Manuel Bueno, mártir. Hispania: A Journal Devoted to the Teaching of Spanish and Portuguese, 90(3), 479–489.