Por Agustín Eugenio Acuña.
Cuando era chico —algunos todavía dicen que lo soy— y, mientras leía la revista Nueva, me enteré de que el lugar donde se hacen más películas al año no era Hollywood, sino Bombay, en la India. Así supe de la existencia de Bollywood, pero, a decir verdad, de no mucho más que eso. En mi entonces estrecha visión, no había otro cine que el norteamericano: comercial y pochoclero. El cine argentino me parecía intrascendente y siempre con mal sonido. Lógicamente había excepciones, como El hijo de la novia (2001)o Nueve reinas (2000). Más tarde me daría cuenta de que es presumiblemente buena cualquier película en la que actuase Ricardo Darín.
El cine europeo no existía directamente en mi horizonte, sin perjuicio de haberme reído con Gerard Depardieu en Le placard (2001) o emocionado con Le Ballon rouge (1956). Probablemente, mi postura de entonces estaba justificada porque no llegaban productos europeos a las salas de Tucumán. En fin, en ese contexto, es lógico que no haya visto películas indias hasta muchos años después, gracias a San Netflix.
¿Cómo llegué a ver películas indias? Me lo pregunté el otro día. Hice memoria y recordé que uno de los últimos libros que leyó y me recomendó mi difunta madre fue El sari rojo (2008), de Javier Moro. Ella nos dejó en septiembre de 2016. Como vivimos ocupados en este tiempo, nunca lo pude leer y comentarlo con ella, sin perjuicio de que ella sí me contó algo al respecto. Recién me dediqué a su lectura en 2019 y me maravilló. A través de la historia de amor entre Sonia Maino, italiana de Turín, con Rajiv Gandhi, hijo de Indira Gandhi, primera ministra de su país, el libro me cautivó. La historia de amor es solo una excusa para pasearnos por los acontecimientos históricos ocurridos en la India durante gran parte del siglo XX: elecciones, atentados, traiciones, caídas en desgracia, esterilizaciones en masa, fanatismo, pobreza, resentimientos y todo lo que se nos ocurra, está ahí. La lectura fue acompañada justo por la experiencia que me transmitió un viajero que había ido a la India ese mismo año.
En la era de Internet, donde tenemos todo a un clic de distancia, fueron frecuentes mis consultas a Wikipedia o a otras fuentes sobre acontecimientos o personajes históricos mencionados en el libro. Había descubierto un nuevo mundo que me era absolutamente desconocido y del cual solo había tenido algunos destellos a través de Apu Nahasapeemapetilon en Los Simpson o Kala Dandekar en Sense 8, serie de las hermanas Wachowski.
Eso me llevó a buscar y ver la película Gandhi (1982), con Ben Kingsley. No tenía idea de la cantidad de óscares que había ganado. La película me encantó y completó, de alguna manera, mi conocimiento sobre la historia de la India. Recuerdo que me había gustado tanto la historia de cómo Mahatma Gandhi, un joven abogado de la India, pone patas para arriba su tierra natal para lograr su independencia, que le conté a mi padre. ¡Oh, sorpresa! Él ya la había visto y le había parecido extraordinaria. Le conté sobre El sari rojo; obviamente, el detonante de todo. Fue hermoso conversar sobre el libro y la película con mi padre antes de que él se fuera en febrero de 2020. De alguna manera, lo que no pude llegar a hacer con mi madre, lo hice con él.
La realidad indica que ya tengo varias películas indias en mi haber. No sé si es porque la India me recuerda que nunca tenemos que estar tan ocupados para privarnos de compartir tiempo con nuestros seres queridos o porque hay algo que me cautiva de la democracia más grande del mundo (a tal punto que se demoran varias semanas en votar ya que son 1353 millones de personas). Acá comento siete, como los años de meditaciones que le llevó a Buda alcanzar la iluminación perfecta. Los invito a que les den una oportunidad. La India, con su cultura, complejidad y contradicciones, los espera.
1) Shahid (2013)
Encontré esta película cuando estaba viendo varias de temas judiciales. Me impactó descubrir que está basada en hechos reales. Shahid Azmi es, como otras millones de personas en la India, pobre, triste realidad que también vemos en Argentina. Mucho tiene que ver su condición con una condena errónea e injusta. Sin embargo es resiliente, tiene aspiraciones, una madre tradicional y un hermano trabajador que lo apoyará. Será abogado gracias a ese cóctel. ¿Es una película de abogados? Sí y no. Es una película sobre los conflictos en la familia, sobre cómo el amor puede ser literalmente “comido” por el trabajo, sobre cómo la pasión puesta al servicio de nuestra función nos lleva a desempeños extraordinarios. Pero no es solo eso, también es una película sobre los prejuicios religiosos y el terrorismo en la India. ¿Algo más? Sí, porque trata sobre la condena a inocentes, el incumplimiento del proceso y la tortura. Todo conectado y bien contado.
2) Rustom (2016)
Es otra película que vi en mi locura por los dramas judiciales. Creo que llegué a ella luego de haber visto la miniserie Tokyo Trial (2016). Aparentemente la trama es sencilla: un militar se entera del amorío de su mujer con otro hombre y lo mata. ¿Eso es todo? Parece que no. A partir de un supuesto crimen pasional —jamás me gustó la expresión—, la película nos cuenta toda la historia de amor detrás de Rustom Pavri y Cynthia Pavri pero, al mismo tiempo, permite desarrollar toda una trama de corrupción. Toda semejanza con nuestro país es pura coincidencia. ¿Y cómo se cuenta esto? Pues mediante un juicio por jurados —me enteré de que luego los abolieron en la India— donde Rustom se defiende a sí mismo solo, sin abogado que lo asista. ¿La frutilla del postre? La película se basa en un caso real de 1959.
3) Azhar (2016)
¿Qué sé del críquet? Creo que nada. ¿No jugaban al críquet en Alicia en el país de las maravillas? Fue mi nulo conocimiento sobre ese deporte lo que me llevó a ver esta película, que trata sobre un jugador de críquet. ¿Es sobre el deporte? No. Toda película india, en mi humilde experiencia, no es simplemente sobre un tema, sino que engloba otros. Esta no es la excepción, porque si bien tenemos la típica historia del deportista excepcional, de gran carrera, con mucho dinero, reconocimiento y demás (incluso el típico divorcio de su primera mujer), eso no es propiamente la película. El cambio de tono se produce cuando Azhar es acusado de haber amañado partidos y su mundo se viene abajo. A partir de ahí se da inicio a la lucha judicial y mediática por eliminar esas injustas acusaciones; y es interesante. Como no podía ser de otra manera, también está basada en hechos reales.
4) Ladies First (2017)
Este es un documental sumamente corto —dura apenas 39 minutos—. Nos cuenta la historia de Deepika Kumari, una joven que nació en la extrema pobreza pero que logró ser la mejor arquera del mundo. Parece un cuento de hadas, pero les aseguro que no es así. A través de la historia de Kumari conocemos mucho de lo peor y de lo mejor de la India. La pobreza está dentro de lo peor, por supuesto, pero también la ignorancia, la violencia naturalizada y el machismo extremo. Estén atentos a la secuencia en donde entrevistan a un tío de la protagonista. La envidia y el resentimiento también forman parte del pack. Nos recuerda que salir de la pobreza no es gratis. ¿Hay algo gratis en esta vida? El contexto quiere hacértelo pagar de alguna forma. ¿Y lo bueno? Pues saber que hay posibilidades, que la constancia y el trabajo duro fructifican, pero al mismo tiempo que el éxito no lo es todo, sino que muchas veces la resiliencia que desarrollamos es más valiosa.
5) Guilty (2020)
Durante los primeros minutos de la cinta, uno podría confundirse y pensar que está viendo la típica película norteamericana ambientada en un campus universitario. Pero no; los hechos suceden en la India. Lo que aparentemente se inicia como el (mal) estereotipo de la mujer obsesionada con el galán del campus que, al verse despechada, fragua una venganza llena de acusaciones terribles e inverosímiles, nos lleva por un viaje abrumador sobre otros tópicos. ¿Cuáles? Las violaciones calladas, el creer que con el dinero se tapa todo, las conciencias de los abogados —¿tienen conciencia los abogados?—, la masificación de las conductas, el valor necesario para romperla y una sororidad que me sorprendió. Intenta poner el #MeToo en el tapete, a pesar de una pasmosa falta de eco en la India en comparación con otras partes del mundo.
6) Gunjan Saxena: The Kargil Girl (2020)
Las películas basadas en hechos reales siempre fueron una de mis debilidades y esta no podía ser la excepción. ¿De qué trata? De Gunjan Saxena, quien fue la primera piloto de helicópteros de la Fuerza Áerea india. Esto sucedió en la realidad, a diferencia de G.I. Jane (1997), donde Demi Moore se saca chispas (y algo más) con Viggo Mortensen en su imaginario entrenamiento con los SEAL de Estados Unidos. Los obstáculos que debe superar Gunjan son numerosos y de todo tipo: el prejuicio de su hermano, la inexistencia de vestuario femenino, la discriminación de sus compañeros y su aparente limitación física, son algunos de ellos. El apoyo de su padre y el respaldo de uno de sus superiores deberían constituir un ejemplo de conducta para todos los que tenemos hijas u ocupamos lugares de poder en este mundo.
7) The White Tiger (2021)
Esta película fue la última que vi. ¿Qué puede decirse de esta obra que no se haya dicho ya? En primer lugar, que muestra todos los contrastes de la India de la manera más cruda posible. El sistema de castas, la corrupción, la pobreza extrema, la digitación de la vida de los demás miembros de la familia y, al mismo tiempo, los excesos de la clase privilegiada, la occidentalización de gran parte de la India, la economía en crecimiento y el progreso del país. Todo eso e incluso más: la lealtad extrema; el boom de la olla a presión; el maltrato a los que se consideran inferiores… En fin, la historia de Balram nos da un paseo que muchas veces creemos inverosímil por nuestra ignorancia sobre la cultura india.
Agustín Eugenio Acuña (33)
Hijo de mamá y papá
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