Alemania e Italia

Por Agustín Acuña.

Estos dos países no estaban en mi radar de cinéfilo. Sí los tenía en cuenta por la historia, sobre todo del siglo XX. ¿Quién no ha estudiado en el secundario sobre las guerras mundiales, el fascismo y el nazismo? Es más, ese conocimiento se profundizó cuando entré en la universidad. 

En cuanto a literatura, debo confesar que salvo La metamorfosis (1915) y El proceso (1925) de Franz Kafka o La divina comedia (1472) de Dante Alighieri, no podía decir que conocía algo más de ambas naciones. 

El deporte era otra excusa para conocer más sobre estos dos países. A través de la Fórmula 1 que seguía con mi padre, entré al mundo de Ferrari, Maranello, Monza y demás. Con la locura por el fútbol y Boca Juniors me enteré del poderío del Milan, la Roma y de lo aburrido del Calcio con su catenaccio. Obvio, también los mundiales ayudaron mucho. 

¿Pero realmente cuánto sabemos sobre los otros países que componen el globo? ¿Cuánto sabemos de la diferencia entre el próspero norte y el sur italiano? ¿Y sobre las diferencias entre las dos Alemanias luego de la caída del muro de Berlín y su unificación? 

El cine, hollywoodense por definición en mi (estrecha) cosmovisión, ayudó a armar los conocidos estereotipos sobre los italianos: mafiosos, gritones, amantes de la familia y el buen comer. Ahí está la trilogía de El Padrino (1972, 1974 y 1990), pero también la parodia Analízame (1999), con Billy Cristal y Robert De Niro. Justo al lado está el aporte de la historieta, con Savarese y sus batallas contra Salvatore Maranzano, Lucky Luciano y otros jefes de la gran familia. Como contrapartida, incluso películas como Falcone (1999), que busca resaltar la figura pública del juez Giovani Falcone en la lucha contra la mafia, dejó en mi inconsciente el recuerdo más de la implacable cosa nostra que otra cosa. Sin embargo, había excepciones, como la galardonada con el Oscar a la mejor película extranjera en Hollywood, La vida es bella (1997), con Roberto Benigni, que vi cuando era tan niño como el hijo del protagonista.

Los estereotipos aplicados a los alemanes los pintaban como esos tipos fríos, que básicamente encarnaban el mal absoluto (no solos, pues la Guerra Fría ayudó a que los soviéticos fueran la amenaza roja en el séptimo arte). Las contribuciones del cine también fueron muchas, pero no puedo dejar de nombrar a La lista de Schindler (1993), Indiana Jones y la última cruzada (1989), más acá en el tiempo, la desgarradora El niño con el pijama a rayas (2008) e inclusive, la pochoclera Capitán América (2011). En todas las cintas, los alemanes son los malos. No escapan a esa lógica Bastardos sin gloria (2009) ni Operación Valkiria (2008). Por otra parte, la cantidad de veces que Alemania nos aplicó la frase de Gary Lineker (“El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre gana Alemania”), no contribuía a hacerme otra idea de los teutones.

Acostumbrado a estar ensimismado, a no ver el árbol que nos tapa el bosque, crecí en el medio de esos estereotipos y concepciones sesgadas, unidas a la comercialización del cine estadounidense. 

Con el tiempo me fui llevando desengaños. No podía creer, por ejemplo, que Perfume de mujer (1992), esa magnífica obra en donde se luce como un ciego inolvidable Al Pacino (con un jovencísimo Chris O`Donnell, antes de ser Robin), era en realidad una mera remake de la italiana Profumo di donna (1974). Hasta el día de hoy, no vi la “original”. Para mí, que vi primero la versión yanqui, la otra no existe. Mi ser se resiste al riesgo de verla y que no me guste (o peor, que me guste mucho más que la otra; por supuesto, locuras mías). ¿Cómo? ¿Los italianos hacen películas? Pero claro, recordé, Cinema Paradiso (1988) es italiana, la vi con mi madre y es hermosa, pues los protagonistas son el cine, el amor y la pasión. Cuando me enamoré de mi actual esposa, compartimos la belleza de los italianos al desplegar el romance en Perdona si te llamo amor (2008) y su secuela Perdona pero quiero casarme contigo (2009). Las fichas me empezaban a caer, poquito a poquito…

¿En Alemania también hacen películas? Algo así pensé cuando escuché que Metrópolis (1927) era el emblema del cine mudo alemán y de ciencia ficción encima (¡con lo que me gusta la ciencia ficción!). Mayor fue mi sorpresa al descubrir que la copia más fiel de la versión completa de la película había sido encontrada en Argentina. No tuve muchas opciones desde que me enteré de eso, la tuve que ver y disfrutar.

Con el tiempo y gracias a Netflix (¿a quién más sino?), pude descubrir que detrás del cine europeo, Alemania e Italia tenían muchas cosas interesantes para descubrir y disfrutar. Comparto tres series y tres películas de esos lares, pero no desde la pretensa superioridad del crítico cinematográfico (que por supuesto, no soy y lejos estoy de querer serlo). Lo mío es más de aquel entusiasta amateur, que como loco corre a compartir lo poco que sabe sobre una de sus aficiones. Por supuesto, es una afición un tanto deformada por mi profesión como abogado, como se advertirá por la temática de varias de ellas.

1) Dark (2017)

La germana Dark causó furor en su momento en el mundo de las series. Ciencia ficción, viajes en el tiempo y enredos familiares (pero bien enredados, en serio) se suman a muy buenas adaptaciones de época. 

Seguramente me van a matar por lo que escribo, pero la madeja de personajes y de tramas que se entrecruzan hacen acordar a Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez. Encima, todo lo que pasa se desenvuelve en un pequeño pueblo, Winden. Pareciera que lo de “pueblo chico, infierno grande” nos lleva a lugares comunes, pero no, no se deje engañar, la serie es más que eso, pues explora conceptos sobre el tiempo, la identidad y la mismísima existencia.

Si está acostumbrado al ritmo trepidante de las series, posiblemente le va a costar engancharse, pero tenga paciencia, no se va a decepcionar. Por otra parte, lo interesante es que el éxito no llevó a los creadores a estirar el desenlace como un chicle de quinientos capítulos y veinte temporadas. La serie cumple con el estereotipo alemán: inicio, desarrollo y final en solo tres temporadas y veintiséis capítulos. Y eso, en una época en la que estamos siempre ávidos de tiempo, es para destacar.

2) Il processo (2019)

Esta es una mini serie italiana. Solo ocho capítulos bastan para pasearnos por mundos que se cruzan: el glamour, la riqueza, la prostitución, la infidelidad, el pasado que vuelve, las transgresiones a la ética profesional, el crimen y la defensa penal. Todo eso y más se cuenta a partir del asesinato de una joven de diecisiete años en una fiesta. Los abogados defensores penalistas son reflejados a través de Ruggero Barone, quien asumirá la defensa de Linda Mónaco, mujer rica, esposa de su amigo. Los fiscales podrán ver en Elena Guerra cómo llevar (o cómo no llevar) una investigación. ¿Hay conflictos de intereses? No se preocupe, hay y para los dos lados.

Pero no se desanime si no viene del mundo del derecho. Es más, los que no son abogados son más felices según estudios científicos, así que seguro va a entretenerse con el entrecruzamiento audaz entre todos los mundos por los que nos hace pasar la miniserie. Y quién dice, quizás hasta le guste el final.

3) Der Fall Collini (2019)

¿Se haría cargo recién recibido de abogado de la defensa de quien asesinó a sangre fría a quien fue su protector y mentor para llegar a ser lo que usted es? De eso trata Historia de un crimen (tal la traducción en Netflix, aunque sea mejor El caso Collini), una película que plantea numerosos interrogantes, uno tras otro, a veces sin tiempo para pensar. ¿El crimen cambia según la calidad de la víctima? ¿Es crimen si era una mala persona? ¿Qué es ser una mala persona? ¿Pueden sus actos aberrantes de juventud ser purgados por una vida ejemplar con posterioridad? ¿La defensa obligatoria impide renunciar a cualquier caso? ¿Son renunciables ciertos casos? ¿La lealtad con mi mentor debe ceder frente a la lealtad con mi cliente? ¿Hasta cuándo nos perseguirá el pasado? ¿Cómo lidiamos como país con los atroces crímenes que cometimos? ¿Cómo decirle a alguien que crea en la justicia cuando la justicia lo defraudó?

La verdad, si les gusta el derecho penal, la historia de la segunda guerra mundial e incluso los conflictos familiares, la película es muy buena. Se basa en una novela de Ferdinand von Schirach que no tuve la oportunidad de leer.

4) Yara (2021)

Esta es una película italiana que podría ser enmarcada en la categoría extensa de “crímenes espantosos y sin explicación que demoran años en ser resueltos” pero, además, basada en hechos reales. Yara es una niña de trece años que desaparece de la faz de la tierra hasta que, tres meses después la encuentran, previsiblemente, muerta. Toda la cinta cuenta, de manera puntillosa (aunque un tanto lenta), la profunda investigación que llevó a cabo la fiscal Letizia Ruggeri para esclarecer el crimen. Desde ese lugar, pone el foco en el trabajo arduo, frustrante a veces, que realizan los operadores de justicia, lejos de las salas de juicio. La investigación, extensa en años y en costos, también lleva a pensar sobre la manera eficiente de gestionar los recursos en la investigación de los delitos, cuestión polémica si las hay.

5) El código de la discordia (2021)

En este caso, la traducción me gusta más que el original The Billion Dollar Code, quizás porque parece muy trillado o porque me atrae la discordia, vaya uno a saber. Ignoro absolutamente cómo llegué a esta serie alemana que es de las que más disfruté en el último tiempo. 

En primer lugar, si es del palo informático, hacker, trabaja en sistemas o curioso de la tecnología y la mar en coche (como diría mi madre) tiene que verla. Pero ojo, no solo usted, pues aquellos que aman la innovación, soñar en grande, las batallas al estilo David contra Goliat y una oportunidad donde el malo es Google, justamente aquella compañía cuyo slogan era Don’t be evil, también le encantará.

Aclaración, estamos en presencia de una mini serie en realidad. No hay segunda temporada ni la habrá (creo). La historia empieza y termina con una insólita escasa cantidad de cuatro capítulos.

Bueno, sí, pero de qué va la serie, podría preguntar el lector. Y tiene razón. La serie es sencilla. Nos invita a viajar a la Berlín de la década del 90, a la era previa a Internet y descubrir cómo de la amistad entre un artista (Carsten Schlüter) y un programador (Juri Müller) nace Terravision. ¿Y eso qué es? Pues es lo que copió Google en su famoso Google Earth, así de simple. Y acá entra el derecho, pues la serie cuenta la batalla legal que realizaron estos amigos contra el gigante corporativo. Si a eso le agregamos que está basada en hechos reales y que las escenas de preparación del juicio, más el juicio mismo, pueden ser muy instructivas para los abogados (¡para no perderse están los interrogatorios a los peritos!), no hay forma de no recomendarla.

6) L’incredibile storia dell’Isola delle Rose (2020)

Tiendo inexorablemente a desconfiar de las sugerencias y recomendaciones que me hace el algoritmo de Netflix (bueno, en realidad, de cualquier plataforma). Por eso en un principio me resistí a ver esta película italiana. Sin embargo, me iluminó mi hermano más chico. Con mi esposa siempre le reconocemos que cada vez que nos recomienda algo para ver (o para no ver), da en la tecla. Evidentemente tenemos los mismos gustos.

¿Qué puedo decir de esta película? Primero, que se basa en hechos reales. Ya con eso, para mí, suma puntos. Segundo, que es de un ingeniero enamorado de una abogada que hace derecho internacional público. Tercero, que está maravillosamente ambientada en la Italia de fines de los sesenta. Y cuarto, que no van a parar de reírse, porque las situaciones que retrata son increíbles.

Giorgio Rosa es de esos personajes insustituibles, esos soñadores que además hacen. Será desorganizado, pero hace. Y es querible, al igual que la tropa que lo acompaña en la insólita creación de una república en una isla artificial en el Mar Adriático. 

Son realmente para no perderse las escenas en las que se pinta la política italiana de esos años. Cualquier semejanza con la realidad nacional o provinciana es pura coincidencia. 

¿Y acá dónde está el derecho? El derecho siempre está y esta no podía ser la excepción, pues aparece cuando nuestro protagonista llega hasta las más altas esferas internacionales de la época en búsqueda de que reconozcan a su amada república. ¿Lo logrará? Para averiguarlo, deben ver La increíble historia de la isla de las Rosas.

Extra: Sulla Stessa Onda (2021)

¿Le gustan las películas románticas? ¿Le gustan las películas trágicas? ¿Le gustan las películas de adolescentes? Si respondió que sí, pues vaya y vea la italiana En la misma ola, que nos cuenta la historia de Sara y de Lorenzo. Por otra parte, si le gusta el mar y la navegación, apúntese también, pues los sucesos se enmarcan en el medio de esa actividad, con los paisajes de Sicilia. Será una historia cliché, pero a quienes nos gustan, no nos decepciona. En definitiva, para salir un poco de juicios, asesinatos, casos, investigaciones y derecho, cumple perfectamente con su misión.

Agustín Eugenio Acuña (34)

Abogado que intenta ver cine y series

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